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Una tecnología que salvará a miles de millones del hambre

The American Enterprise
By C.S. Prakash and Gregory Conko
March 01, 2004

Hoy día, la mayoría de las personas en el mundo tiene mayor acceso que nunca a una mayor variedad de alimentos a bajo precio, principalmente debido al desarrollo de la ciencia y la tecnología agraria. El promedio de vida humana, quizás el indicador más importante de la calidad de vida, ha aumentado consistentemente durante el último siglo en prácticamente todos los países. Incluso en muchos países menos desarrollados, el promedio de vida se ha doblado en las últimas décadas. A pesar de un crecimiento masivo de la población, de 3 mil millones en 1950 a 6.000 millones de personas actualmente, la tasa de desnutrición global ha descendido de un 38% a un 18%. La India y China, dos de los países más poblados del mundo y en rápida industrialización, han cuadruplicado su producción de granos.

El récord de la productividad agraria en el último siglo habla por sí mismo. Los países que adoptaron la tecnología agraria han brindando una prosperidad sin precedente a su población, gozando de abundancias de alimentos a precios razonables, estabilizando los rendimientos agrarios y limitando la destrucción de ecosistemas naturales. Los aumentos de productividad de las variedades obtenidas por la mejora genética, así como el uso de fertilizantes sintéticos y pesticidas permitieron el doblamiento de la producción de alimentos en los últimos 50 años, utilizando prácticamente la misma extensión de terreno. Si no hubiera ocurrido estas mejoras genéticas y otros desarrollos científicos, hoy conocidos como la Revolución Verde, hoy día estaríamos labrando cada centímetro cuadrado de la tierra para alimentarnos, destruyendo así millones de hectáreas de áreas silvestres.

Muchos de los países menos desarrollados de Latinoamérica y el Asia se beneficiaron en gran parte de la Revolución Verde. Sin embargo, debido a una serie de razones humanas y naturales, las tecnologías agrarias no fueron adoptadas igualmente en todas partes del mundo. Muchas personas en Africa Subsahariana y en el sur de Asia continúan sufriendo de gran pobreza debido a la baja productividad de su agricultura. Alrededor de 740 millones de personas se acuestan cada día con hambre, y casi 40.000 personas, la mitad de ellas niños, mueren cada día de hambre o desnutrición. De no cambiar las actuales tendencias, el número de personas desnutridas sobrepasará los mil millones para el año 2020.
La FAO espera que la población mundial superará los 8.000 millones en 2030, razón por la cual la producción de alimentos necesita aumentar un 60% para atender los requisitos de la población anticipada, eliminar la desnutrición, y permitir cambios en la dieta durante las próximas tres décadas. Las donaciones de alimentos no son suficientes para eliminar el hambre. Es esencial aumentar el nivel de producción, con la ayuda de herramientas como la bioingeniería.

Aunque mejor maquinaria y el desarrollo de abonos, insecticidas y herbidicidas ha sido sumamente útil, el factor más importante para aumentar la productividad ha sido un mejor conocimiento de los principios genéticos. Cada cultivo es el producto de una selección artificial realizada por el hombre durante los últimos milenios. Nuestros ancestros escogieron unas pocas plantas silvestres y poco a poco las modificaron simplemente seleccionando las más grandes, las que mejor sabían, o las más robustas para propagarlas. Las plantas agrícolas que hoy nos alimentan tienen muy poco en común con sus ancestros. Los tomates o papas silvestres, por ejemplo, contienen toxinas potentes, mientras que las variedades cultivadas hoy día han sido modificadas para proveer alimento sano y nutritivo.

La hibridización, o sea el cruzamiento artificial de diferentes plantas de la misma especie, nos ha ayudado obtener las características deseables de variedades distintas e incorporarlas en variedades élites. Y cuando las características deseadas no están presentes en dado cultivo, se han tomado genes de parientes silvestres para introducirlos en el cultivo. El trigo, el centeno y la cebada son rutinariamente cruzados con gramas silvestres para introducir nuevas características. Las variedades comerciales de tomate son comúnmente cruzadas con parientes silvestres para mejorar su resistencia contra patógenos como los nematodos y hongos.

Luego es necesario retrocruzar cuidadosamente generaciones sucesivas con variedades comerciales para eliminar cualquier característica indeseable que pueda ser accidentalmente transferida del pariente silvestre, como la producción de toxinas comunes en las plantas silvestres.

Aun cuando no es posible entrecruzar los cultivos con sus parientes silvestres, hay varias formas para obtener híbridos entre especies que normalmente serían sexualmente incompatibles. Sin embargo, los embriones que resultan de estos cruzamientos mueren antes de su madurez, así que hay que “rescatarlos” cultivándolos en el laboratorio. Aun así, el embrión rescatado típicamente resulta en progenie estéril. Se les puede restaurar la fertilidad únicamente a través de tratamientos químicos que producen una mutación que resulta en la duplicación del número de cromosomas. Por ejemplo, el triticale, híbrido artificial entre el trigo y el centeno, existe sólo debido a técnicas como el cultivo de embriones y la duplicación del número cromosómico. Actualmente se cultivan 1,2 millones de ha de triticale en el mundo, y son comunes los cultivos que han sido obtenidos mediante cruzamientos artificiales entre distintas especies emparentadas.

Cuando una característica deseada no se encuentra en la especie ni tampoco en el de las especies emparentadas, los genetistas pueden crear nuevas variedades provocando mutaciones con radiación, químicos o simplemente cultivando células en un laboratorio y dejando que muten de forma espontánea durante la división celular.

El uso de mutaciones para mejorar los cultivos ha sido común desde los años 50; y más de 2.250 variedades mutadas han sido desarrolladas en más de 50 países, incluyendo Francia, Alemania, Italia, el Reino Unido y los Estados Unidos. Una relativamente nueva variedad de trigo mutado, que es tolerante a un herbicida ,fue comercializada en Estados Unidos en julio de 2003.

Los métodos basados en el ADN recombinante (rADN) no son más que una extensión reciente de la multitud de técnicas que han sido empleadas hasta ahora para obtener variedades de cultivos genéticamente mejorados. La diferencia fundamental es que en este caso se trata de una transferencia mucho más precisa de uno o dos genes conocidos, una inserción mínima de material genético en comparación con los métodos clásicos, que consisten en grandes cambios genéticos, muchos de ellos desconocidos e imprevisibles.

Los principales científicos del mundo han corroborado la inocuidad de los cultivos biotecnológicos para la salud y el medio ambiente y han pedido que esta tecnología se utilice para ayudar a los más necesitados, especialmente para combatir el hambre en los países en desarrollo.

Docenas de instituciones científicas y médicas, como la Academia Nacional de Ciencias de los EEUU, la Asociación de Médicos Americanos, La Sociedad Real del Reino Unido, y el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, han respaldado esta tecnología. Casi 3.500 científicos eminentes de todo el mundo, incluyendo 24 premios Nóbel, han firmado una declaración en apoyo al uso the la biotecnología agrícola.

Un resumen de 81 investigaciones independientes, patrocinado por la Unión Europea, concluye que los cultivos y alimentos derivados de la bioingeniería son al menos tan seguros como los convencionales, y en algunos casos incluso más seguros.

Actualmente, variedades obtenidas mediante la biotecnología moderna son cultivadas en unos 57 millones de hectáreas en 16 países. Importantemente, más de las tres cuartas partes de los 5,5 millones de agricultores que las cultivan son campesinos de bajo ingreso en países bajo desarrollo, a pesar de que las variedades actuales fueron diseñadas para la agricultura de países desarrollados. Estas son variedades de maíz, soya, papa y algodón, modificadas para ser resistentes a plagas, enfermedades o para facilitar el control de malezas. El recién uso de los cultivos transgénicos en los países en desarrollo ha mostrado que éstos pueden beneficiar tanto, si no más, que los países desarrollados. La productividad agraria en todas partes se limita debido a plagas y enfermedades, que suelen ser peor en las zonas tropicales y subtropicales que en las zonas templadas.

Un 20% de la productividad agrícola en el mundo desarrollado, y hasta el 40% en África y Asia, se pierde por plagas y enfermedades, a pesar del copioso uso de productos fitosanitarios. El taladro o barrenador del maíz destruye anualmente aproximadamente el 7% de la cosecha mundial de maíz, o sea 40 millones de toneladas, suficiente para alimentar a 60 millones de personas por un año, por lo que no es sorprendente la rápida adopción de estos cultivos países cuando las autoridades permiten su cultivo. Según el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agri-Biotecnológicas, los productores en países bajo desarrollo cultivan la cuarta parte de los cultivos transgénicos en el mundo, en más de 10,5 millones de hectáreas.

Las plantas transgénicas además brindan otras ventajas importantes para los países menos desarrollados. En la China, donde los pesticidas generalmente se aplican a mano, se calcula que cada año mueren entre 400 y 500 agricultores debido a envenenamientos accidentales. Según un estudio de la Universidad Rutgers y la Academia China para las Ciencias, el uso del algodón transgénico ha reducido en un 75% el uso de insecticidas y ha reducido el número de envenenamientos en una cantidad similar. Otro estudio por economistas en la Universidad de Reading (Reino Unido) muestra que los algodoneros sudafricanos gozan de los mismos beneficios. La reducción en el uso de pesticidas también reduce la cantidad de recursos naturales empleados en su fabricación y transporte. Sólo en 2002, los algodoneros norteamericanos que sembraron algodón transgénico ahorraron 9,6 millones de litros de combustible, 384 millones de litros de agua y 41.000 jornales de 10 horas cada uno, para aplicar pesticidas.

Pronto, muchas variedades transgénicas creadas específicamente para los países en desarrollo estarán listas para su comercialización. Entre los ejemplos se encuentra un arroz resistente a insectos para el Asia; un camote resistente a la virosis para el África, y papaya con resistencia contra virus para la zona del Caribe. La próxima generación de cultivos biotecnológicos, que ya está en laboratorios en todo el mundo incluye tolerancias a suelos poco fértiles y a condiciones climáticas adversas, factores que frecuentemente se encuentran en regiones empobrecidas. Los científicos ya han identificado genes para resistencia contra estreses abióticos comunes en el trópico, incluyendo tolerancia a los suelos salinos y a suelos particularmente ácidos o alcalinos.

La razón principal por la cual África no obtuvo beneficio de la Revolución Verde es que los fitomejoradores enfocaron sus esfuerzos en cultivos como el arroz, trigo y maíz, que no son los cultivos principales del África, cuyo territorio tiene grandes zonas áridas sin posibilidad de riego, los dos factores principales para el éxito de cultivos como el arroz en Asia. Además, el aislamiento de muchas aldeas africanas y la falta de infraestructura para el transporte en países africanos sin acceso al mar hace difícil obtener los insumos necesarios, como fertilizantes, herbicidas, e insecticidas– aun si éstos fueran donados o si tuvieran fondos para comprarlos. Al contrario, al empaquetar los insumos tecnológicos en las mismas semillas, la biotecnología puede proveer el mismo, si no mayor, rendimiento que los insumos químicos o mecánicos y de forma más fácil. Los agricultores podrían controlar plagas, enfermedades virales or bacterianas, extremos de calor o sequía o la baja fertilidad de los suelos, simplemente sembrando estos cultivos.

Sin embargo, activistas contra la biotecnología, como Vandana Shiva de la Fundación para la Investigación para la Ciencia de Nueva Delhi, y Miguel Altieri de la Universidad de California en Berkeley argumentan que los agricultores de los países pobres nunca se beneficiarán de la biotecnología porque ésta está controlada por corporaciones multinacionales. Según Altieri, “La mayor parte de las innovaciones biotecnológicas han sido motivadas por lucro y no para atender las necesidades de estos países. La realidad es que el objetivo de la industria biotecnológica no es el de mejorar la productividad del Tercer Mundo, sino la de generar ganancias.”

Esta opinión no la comparten miles de investigadores del sector público y académico que desarrollan cultivos biotecnológicos en estos países. Según Cyrus Ndiritu, antiguo director del Instituto de Investigación Agraria de Kenia (KARI) "No son las multinacionales quienes dominan al África, sino el hambre, la pobreza, y la privación. Y si África va a salir de este dominio, tendrá que utilizar la biotecnología".

La biotecnología también ofrece la posibilidad de mejorar la calidad nutritiva de muchas comidas. La próxima generación de cultivos transgénicos actualmente bajo desarrollo brindará beneficios directos al consumidor, como proteína en mejor cantidad y calidad, menos contenido de grasas saturadas, mayor contenido de vitaminas y minerales y otras mejoras, así como niveles reducidos de toxinas naturales (como en la yuca y el frijol o poroto) y la eliminación de los alérgenos en la comidas como maní, trigo, y leche. Muchos de estos productos están siendo ya desarrollados principalmente or aun exclusivamente para los productores de escasos recursos y los consumidores en los países empobrecidos.

Entre los productos más conocidos está el Arroz Dorado que contiene mucho más ?-caroteno o provitamina A que el arroz convencional. El mismo equipo científico que obtuvo el Arroz Dorado ha desarrollado otro arroz con más hiero digestible. La dieta de más de 3.000 millones de personas en todo el mundo carece de suficientes vitaminas y minerales, como la vitamina A y el hierro. La deficiencia en estos nutrientes puede resultar en anemia severa, menor desarrollo físico e intelectual, ceguera e incluso muerte. A pesar de que caridades y agencias de asistencia como el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y la Organización Mundial para la Salud han logrado bajar la tasa de deficiencias de vitamina A y de hierro, no lo han hecho permanentemente. Hasta la fecha no se ha llevado a cabo una estrategia efectiva, pero quizás el Arroz Dorado pueda llevar una a cabo.

El Arroz Dorado es un gran ejemplo del valor de la investigación pública y caritativa. El desarrollo de este arroz fue financiado principalmente por la Fundación Rockefeller, situada en Nueva York, y que ha prometido que este arroz estará disponible a los agricultores menos favorecidos a bajo costo o incluso gratuitamente. Este arroz fue creado por científicos de universidades públicas en Suiza y Alemania, con asistencia del Instituto para la Investigación sobre el Arroz en las Filipinas y de varias corporaciones multinacionales. Hay científicos en otros centros de investigación financiados pública o caritativamente y en corporaciones que están desarrollando muchos otros cultivos similares. Por ejemplo, unos científicos de la India anunciaron recientemente que pronto tendrían una papa con alto contenido de proteína disponible para su comercialización.

También se están investigando frutas y hortalizas que contengan vacunas que puedan salvar vidas, como un banano que produce la vacuna de la hepatitis B y una papa capaz de inmunizar contra la diarrea.

Es cierto que algunos aspectos de la agricultura moderna tienen un impacto negativo sobre la biodiversidad, el aire, el suelo o la calidad del agua. Sin embargo, la biotecnología ha comprobado ser la tecnología más inocua desde la invención del arado. El riesgo de polinización cruzada entre las plantas cultivadas y las silvestres emparentadas siempre ha existido, y este “flujo genético” ocurre siempre cuando hay cultivos próximos a sus parientes silvestres sexualmente compatibles. Aun así, los mejoradores han ido introduciendo continuamente genes para resistencia contra plagas y enfermedades en todos los cultivos usando métodos convencionales. Características como tolerancia contra el estrés y resistencia contra herbicidas, también han sido introducidas por métodos convencionales, y los hábitos de crecimiento de todos los cultivos ha sido alterado. O sea, no sólo es la modificación genética un fenómeno común, también lo son los cambios específicos logrados por las técnicas de rADN.

Naturalmente, tanto con mejoramiento convencional como con mejoramiento asistido por rADN, debemos quedar vigilantes para asegurar que las plantas nuevamente introducidas no sean invasoras y que las malezas no se tornen nocivas debido a la modificación genética.

Igualmente, debemos asegurar que los genes modificados sean inocuos para el consumo humano y animal antes de ser transferidos. Mientras que la biotecnología moderna aumenta la gama de características que pueden ser añadidas a los cultivos, también asegura que se conocerá más acerca de estas características, y el comportamiento de las plantas modificadas será más fácil de predecir.

Una de las mayores amenazas para las poblaciones hambrientas son las políticas restrictivas derivadas de un alarmismo público injustificado. Mientras que la mayor parte de los norteamericanos tienden apoyar a la biotecnología agraria, los europeos y los asiáticos han sido mucho más cautelosos. Los activistas anti-biotecnología presentes en países tanto desarrollados como en vías de desarrollo se aprovechan de esta ambivalencia con argumentos alarmistas que fomentan las políticas restrictivas.

Este alarmismo simplemente no es justificado por ninguno de los varios informes científicos que han sido publicados, o por los datos recopilados de los miles de ensayos de campo que han sido llevado a cabo.

Una política excesivamente cautelosa termina resultando en gastos de investigación y desarrollo innecesariamente altos, y hace mas difícil que los países más pobres puedan gozar de los bienestares de la biotecnología. Nadie duda que se deba proceder con cautela, pero las restricciones innecesarias en la biotecnología agrícola pueden retrasar dramáticamente el progreso e impedir que los beneficios de esta tecnología lleguen a la gente que más los necesita. Este es el costo trágico de la preocupación injustificada.

En 2002, el presidente de Zambia Levy Mwanawasa, rechazó unas 23.000 Tm de ayuda alimentaria cuando dos años de sequía amenazaban la vida de 2 millones de habitantes. El Presidente Mwanawasa explicó públicamente que el maíz transgénico de los EE.UU. era "venenoso". Otros funcionarios de Zambia admitieron que su mayor preocupación era que no querían comprometer las exportaciones futuras a la UE, donde existe una moratoria sobre los productos transgénicos.

El caso de Zambia no es el único. Las restricciones de la UE contra la biotecnología han tenido consecuencias similares en partes del mundo en vías de desarrollo. El gobierno tailandés ha estado renuente a autorizar cualquier arroz transgénico, a pesar de haber invertido fuertemente en la biotecnología.

Uganda ha detenido su desarrollo de banano transgénico y ha pospuesto indefinidamente su introducción. La Argentina únicamente ha aprobado las dos variedades transgénicas permitidas en los mercados europeos.

Aun la China, que ha gastado cientos de millones de dólares financiando investigaciones avanzadas en el área biotecnológica, ha rehusado autorizar cualquier cultivo transgénico desde que empezó la moratoria europea en 1998. Más recientemente, el Instituto Internacional de Investigación sobre el Arroz (IRRI) que está encargado de los ensayos de campo del Arroz Dorado, ha pospuesto indefinidamente sus planes en las Filipinas para su liberación ambiental, temiendo repercusiones negativas y protestas por parte de las ONGs financiadas por europeos. Aún, la moratoria de la UE persiste después de cinco años, no obstante abundante evidencia– incluso de los investigadores europeos, de que la modificación genética mediante la biotecnología no tiene ningún riesgo que no tuvieran ya los métodos de mejora genética convencionales.

Por supuesto, el hambre y la desnutrición no se deben solamente a la escasez de alimentos. La causa principal de la hambruna en algunos países es la corrupción y la inestabilidad política, las deficiencias infraestructurales y la pobreza. Todos estos problemas deben ser remediados si hemos de asegurar una verdadera seguridad alimentaria a nivel mundial. Durante los próximos 50 años la población mundial aumentará un 50%, a 9.000 millones de habitantes, la mayor parte de los cuales estarán en los países con menos recursos. Para producir la comida necesaria para alimentar a esta población, se necesitará del regalo de valor incalculable que es la biotecnología.